UN PASEO POR LA ARQUITECTURA RESIDENCIAL DE SANT JOAN

D’ALACANT EN EL SIGLO XIX

María Teresa Riquelme Quiñonero

                Pasa Sigüenza por la Huerta de Alicante. Es un hondo llano de jardines sedientos y de tierras labradas, de árboles viejos, grandes, patriarcales, de vides robustas y ardientes. La alegría, el halago fresco y azul del mar va siguiéndole hasta doblar los montes del confín, los bellos montes lisos y zarcos, y por las tardes, el sol muestra redondeces, collados, angosturas, casales y arboledas, todo rubio y de un color de carne y de rosas.

Libro de Sigüenza, Gabriel Miró.

             Hace unos meses, Pilar Tébar y Víctor M. López, coordinadores del nº 64 de la revista Canelobre del Instituto Juan Gil-Albert, me ofrecieron la oportunidad de participar en el monográfico titulado “Las Bellas Artes en la provincia de Alicante en el siglo XIX”. Aunque mi colaboración1 se centra en la arquitectura residencial en la huerta alicantina, a continuación, ofrezco sólo un breve panorama del término municipal de Sant Joan d’Alacant a instancia de Gaspar Belmonte, técnico del Archivo de Sant Joan d’Alacant para la web del centro.

1. Del neoclasicismo al eclecticismo en Sant Joan d’Alacant.

            A finales del siglo XVIII, comienzan a edificarse quintas de recreo por toda la huerta alicantina. Éstas se conciben como lugares para el desarrollo de la vida familiar y social de sus propietarios en términos de ocio y descanso; pensamiento que se consolida a lo largo de la siguiente centuria. Este cambio de concepto supone que las diferentes estancias que la constituyen tienen autonomía en sí mismas, siendo éste el valor más destacable (Hernando, 2004: 49). Dicho cambio interior tiene su reflejo en el exterior ya que la planta noble centra todos los elementos decorativos como son el balcón sobre la puerta de entrada; los frontones o escudos sobre los huecos como en La Concepción; aleros formados por hiladas de ladrillos en sucesivo vuelo; enrejados elaborados; y, el acabado exterior estucado en diferentes colores como el almagra y el ocre. Todo ello con el fin de diferenciar la casa residencial de los diferentes edificios secundarios, al mismo tiempo, que destaca como construcción principal de la explotación agrícola.

            La permanencia del neoclasicismo académico como estilo predominante hasta casi mediados de siglo XIX tiene una explicación sociológica (Hernando, 2004: 128). La nueva burguesía alicantina emergente, unida a la aristocracia local, asume este estilo como propio y sólo con el transcurrir de los años, éste irá cambiando.

            La austeridad característica de dicha burguesía, que lucha por el control económico y político, queda reflejada en la sobriedad formal de estas residencias donde destacan unas edificaciones exentas con cubiertas a cuatro aguas y lucernarios cúbicos que iluminan el espacio central de la vivienda y ventilan la escalera. En la mayoría de los casos, esta torre es un perfecto mirador para observar el entorno rural que rodean estas construcciones y también, es el reflejo del poder adquirido por estos nuevos propietarios como es el caso de El de Conde o La Paz. Vista de la finca El de Conde o la Paz con su torre de tejas esmaltadas en verde Autora: MaTe, 05-05-2011

           

         

           

             

               Superada dicha sobriedad descrita hacia mediados del siglo XIX, encontramos un lenguaje arquitectónico más complaciente para la mirada, más decorativo y, sobre todo, explícitamente triunfante. Es el momento en que las reformas y las construcciones se enmarcan dentro del eclecticismo. Aunque es difícil definir esta corriente o aunar sus características formales, podemos señalar cómo en la huerta de Alicante predominan dos tipologías de planta. Por un lado, encontramos las construcciones de planta rectangular como la mencionada La Concepción; y, de forma perceptiblemente cuadrangular como La Pinada.  Por otro lado, apreciamos las de forma de cruz como ocurre en El Pino y San Clemente en el término municipal de Alicante donde la disposición de la cubierta, de pendiente pronunciada, constituye un elemento único que causa un efecto visual nuevo hasta este momento. Esto se logra usando las cubiertas a cuatro aguas de teja plana, pieza que da unidad a las construcciones de esta época, y las torretas como ocurre en la Finca Abril y Espinós, actual Hotel Torre Sant Joan. 

          Como consecuencia de las mencionas pendientes, se realizan aleros de gran vuelo que sobresalen de la fachada, lo que permiten el apoyo de los extremos más exteriores como ocurre en Palmeretes, Villa Amparo y Villa Ramona. De la misma manera, se comienzan a emplear los tapajuntas de madera recortada situados en la parte exterior de la cubierta para cubrir la unión de las tejas con el alero. Además, se generaliza el uso de cresterías de cerámica, formando diversos dibujos geométricos, en las cumbreras como observamos en Palmeretes, etc. Por último, encontramos el uso de otros elementos de influencia extranjera como la colocación de la carpintería en la parte exterior del hueco, casi en el mismo plano que la fachada como en las mencionadas Palmeretes y Finca Abril.

                  

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